Afectos



"Hay una noche,
un tiempo hueco, sin testigos,
una noche de uñas y silencio,
páramo sin orillas,
isla de yelo entre los días;
una noche sin nadie
sino su soledad multiplicada.
(...)
De una máscara a otra
hay siempre un yo penúltimo que pide.
Y me hundo en mí mismo y no me toco."
Espejo. Octavio Paz.



De Quino


-¡Déjame tranquila! ¡Y no lo enterrarás! gritó Claudia antes de salir corriendo hacia el fondo del patio, en medio de la lluvia para arrodillarse junto a la pared. Ricardo se sintió disminuido al ver a su hija empapada, acurrucando a su canario ya muerto pero con la entereza de la que sabe cómo deben resolverse los problemas.  Siempre tan fuerte y decidida, pensó. A su edad, en cambio, él se recordaba frágil, indeciso y hasta estúpido. Se agachó para recoger la jaula y las plantas que la tormenta había destruido y buscó a su hija a través de la capa fina de la lluvia. La entrevió lanzando una y otra vez la pelota  o algo así contra la pared. Pobre... mejor que juegue un poco. En un rato se le pasará todo y ella volverá a pedir con firmeza y emoción otra mascota.  

Comentarios

maria candel ha dicho que…
Diana,es verdad, pareciera que esa es la lección y el proceso por el que hay que pasar, que los hijos se hagan mas fuertes y sabios de lo que fueron sus mayores.
Te deseo una Feliz Navidad y todo lo mejor para el Nuevo Año.
Un abrazo bien grande y calentito.
Galaques ha dicho que…
Gracias, querida María. Muchas gracias por la compañía. Espero que en el 2012 se refuercen estas vecindades blogueras tan buenas. Una suerte haberte conocido. Un gran abrazo y felices fiestas!!

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