¡Cerveza para dos!*


                                                                 Dads**

-¿Qué te pasa, Joaco?
-Nada…No quiero jugar más, papá. Extraño mucho al tío.
La frase apenas se escuchó pero ahí estaba mi hijo Joaquín,  hablando de lo que yo había sido incapaz hasta entonces. La muerte de Remi, mi mejor amigo, nos había dejado en shock, pero seis meses después yo aún no había podido salir del marasmo y la contusión emocional, de ese estado tan desesperante que es la desesperanza y el vacío ante el asesinato de mi amigo querido;  el mismo que había enseñado a mi hijo a jugar a la PlayStation, y  al que éste prefería para divertirse con esos pasatiempos de matazón porque  era como un niño también, sólo que sabía disparar y matar mejor que nadie, decía Joaquín.
-Pero, coño, yo también, ¿no?
-No, papá, a ti te matan en el primer nivel y encima te molestas. No sabes perder. A mi tío lo matan en el nivel ocho, por ejemplo, y siempre, allí donde lo fulminan dice  “Si no sabes disparar, hay que saber perder.” Cuando éramos niños, Remi decía lo mismo, y como Joaco ahora, yo también terminé por admirar esa manera tan estoica de resolver las pérdidas.
Los dos últimos años él y Joaco se habían compenetrado más que nunca. Fue este quien decidió llamarlo tío un día y aquél no hizo más que serlo en toda regla. Remi le reclamaba sus largas horas ante la PlayStation al mismo tiempo que se sentaba con él otra tanda. Control, niño, control. No puedes dejar que esto te domine, y señalaba el mando de los juegos, de la Wii y de todos esos artefactos que llegaron de su mano y seis meses después mi hijo y yo intentábamos usar con cierto aire de normalidad. Pero esta vez Joaco no se hartó de mi mala puntería ni de mi  mal perder sino de que el tío no volviera para sentarse a su lado, con una caja de chocolates, unas bolsas de cotufas, una botella de Coca-Cola y unas latas de cerveza.
A Remigio lo mataron el 4 de enero de 2012 a las 12:00 en la Av. Guinardó. Un hombre  le dio un tiro por la espalda directo a la nuca cuando  salía de su casa. Casi nadie vio nada, como ya es costumbre en esta ciudad de ciegos, sordos y armados. Ciudad de mierdas. Fueron las cámaras de seguridad del hotel que está justo al lado de su edificio las que grabaron todo. Un tiro limpio y silente. Sin más. El asesino a cara descubierta se fue casi que caminando. En la grabación, si no fuera porque su cráneo estallaba, pareciera que Remi simplemente se tropezara con algo y cayera hacia adelante como en cámara lenta. Por eso la señora que lo vio desplomarse y se acercó para ayudarlo comenzó a gritar espantada cuando la sangre le manchó el vestido. 

                                                                     Guns still
                                                    
“Asunto: 'Frijolito lito'
Épale Frijolito: hace tiempo que no nos vemos. ¿Cómo van las cosas en la Universidad? Supe que te sacaste el doctorado de Filosofía. Men, qué bien. Siempre te gustaron esas lides. Aún no estoy en el país, cuando regrese te llamo y quedamos en el bar de siempre y nos tomamos unas birras y nos ponemos al día.
Un abrazo. 
Cabuya”

Hace dos meses que he recibido ese mensaje y desde entonces vivo más umbroso que nunca. ¡Dios mío, cuánto miedo siento, cuánta angustia! He vuelto a fumar y apenas duermo. Estoy vigilado pero ¿quién?, ¿por qué? Un mensaje sin nombre ni destinatario. Una dirección que me llevaba a un servidor fantasma. No me atrevo a preguntar más ni a buscar nada.  ¿Quién coño podía saber que lo allí escrito bien pudiera haberlo hecho Remi? ¿Quién tenía mi vida así como si nada? ¿Para qué podía servir espiarme? Remi había muerto y yo recibía un mensaje con claves nuestras ¿Pero qué carajo significa esto?
La muerte de Remigio aún estaba por averiguarse; era periodista deportivo y trabajaba en varias revistas como free-lance. La policía no había podido encontrar nada más sobre su asesinato. La hipótesis más cruel era que lo habían matado por error, que lo confundieron con alguien que se hospedaba en el hotel. Pero ese mensaje era toda una declaración de principios: Coño,  hermano del alma, tenías una doble vida porque nadie en el mundo podía saber que Cabuya era como llamábamos a  Betty,  la vecina del 6to., con la que nos acostamos los dos sin coincidir ni hablar de eso hasta que decidí dejarla para volver a intentar lo mío con Emilia, y que cuando le dije mi decisión tuvo  un ataque de rabia y  me dijo “tienes la entrepierna de frijol, imbécil”. 
Remi, hermano, me rescataste de esa tortura, te lo conté todo, que me harté de Betty y quería volver con Emilia, y tú me contaste que estabas con ella, que te gustaba muchísimo y te daba en la madre. Y yo, que claro, compadre, claro. Yo voy con mi Emilia, Remi,  si me deja, claro, pero no me dejó. Decidimos apodarla Cabuya para que nadie nunca sospechara nada por si acaso. Luego, te  dio por hacer de huevón y empezaste a llamarme Frijolito; cantabas cuando  me veías al borde de la rabia “Frijolito lito lito”. Eras un real hijo de puta y te odiaba cuando hacías eso. Emilia un día te oyó, ¿te acuerdas?, y si no fuera porque traía en la mano la orden de nuestro divorcio, ella, siempre tan aguda y tan recontrajodida, hubiera adivinado algo. 

                                                            We tell no one: Thor  


“mañana en el bar El jardín ve  solo a las 12. T sientas en la mesa detrás d la puerta pide café con leche 0 alcohol espera sentado y no avises a nadie si t portas bien t iras tranquilo d viaje”
Un sms que confirma que estoy más que pillado. Quién quiera que sea sabe que me voy el 7 de viaje de vacaciones. Era clarísimo: si entraban a mi correo, si sabían mis pasos era  que estaba  recontracogido y la única pista eres tú, Remigio, mi amigo asesinado. 

“El café con leche más caro de la ciudad lo deben de vender en este bar… Me tomaría una cerveza pero el médico prefiere que me muera con la tensión alta, así que tráeme  un café con leche”.  La camarera me correspondió la gracia con una sonrisa amplia. ¡Coño, una sonrisa! ¡Qué desgracia! Sentado aquí, como un pendejo, haciéndole caso a un sms surgido de un número inexistente. Bien que me merezco no una sino veinte cervezas, después de terminar a duras penas las clases en la Universidad, de no dormir, del  jodido divorcio, de ese e-mail anónimo, de esta  ciudad enferma. Y viene la camarera con su sonrisa y  me consuelo. 
¿Para qué escudriño las mesas? Estoy tan abotagado que ni siquiera puedo tener más miedo del que entra o del que sale  del bar.  “Nunca más un e-mail. Déjenme en paz. Yo no he hecho nada” eso, eso diría fuese quién fuese. Yo no quería más problemas, y menos sobre un ajusticiado por muy hermano del alma que fue…  Si estoy aquí es por Joaco, carajo.
-Hola, Saúl.
 La mismísima Cabuya, pero ¿y esta qué coño hace aquí?
-Hola, Betty.
-¿Cómo estás?
Cómo voy a estar, coño. Faltan casi 10 minutos para las 12 y vienes tú ¿a qué?
-Bien, bien… aquí… ¿Y tú?
Mejor así, trato rudo para que se vaya al carajo ya.
 -Ahí, vale. Como se puede. ¡Qué sorpresa! Hacía tiempo que no nos veíamos
Si habla de Remi, la muerdo.
-Sí, es que he andado bien ocupado…
-Ya….  ¿Qué tomas?
-Café.
-¿Con este calor?
-Sí, órdenes del médico. Dice que mejor me muero con la tensión alta y no de cirrosis hepática.
- Jaja… siempre con tus cosas.
En serio ¿no te vas ya mismo?
-Voy de paso; mi ginecólogo queda aquí cerca pero hay tantas pacientes que creo que hasta la una, o así, no entraré. Saúl, cualquier cosa me llamas si sigues por aquí en un rato y, no sé, ¿almorzamos juntos?
-Sí claro, bella. Cuenta con ello.
Como si tuviera estómago para algo, pendeja. 
¡Dios mío! Las 12:30 y estos cabrones de mierda no aparecen.
No, otra vez no, hija de puta…
-Hola, Saúl
-Coño, Betty, ¿sigues dando vueltas? Yo aún no he podido…
-No, Saúl. No soy Betty. Esta vez soy Cabuya y tú eres Frijolito. Tenemos que hablar. ¡Camarera, cerveza para dos!



Ningún detalle sobra pero cuando la verdad es como un tiro al alma uno no sabe qué trozo de la historia es mejor rescatar de lo destruido, cuál de todas las piezas vale la pena limpiar del mierdero que queda de uno para, luego, si cabe, recomponerse. Que Remigio fuera una víctima de un tipejo al que ellos ya habían mandado al otro mundo fue lo de menos. Lo demás fue que  Remi era un hacker valioso de una organización nacional que combatía con las armas, incuso las modernas como las computadoras y las redes, según Betty, a los traficantes de órganos y de niños. Su asesinato fue un aviso para ellos. Matarlo por la espalda significaba que había habido un fallo en la seguridad de sus redes. Sin embargo, el contrataque fue admirable, decía la Cabuya de mierda.  Ahora todo volvía a estar controlado, asegurado. 
-Papá, papá… Abre los ojos ¿qué te pasa? Estás gritando. Coño, papá, otra vez tienes fiebre. Voy a llamar a mi mamá…
-Joaco, por favor, no llames a nadie.
-Pero es que llevas dos días así, tirado en el sofá y con fiebre, sin comer casi nada…
-Ya se me pasará. Tráeme agua, por favor y ¡ah! no enciendas la computadora ¡para nada! ¿Me entendiste?
Remigio, grandísimo hijo de puta, grandísimo hijo de puta. ¡Cerveza para dos! Así decías para hacernos creer que, como la suerte, la cerveza debe repartirse antes de pedirla. Patrañero de mierda. 
Que me fuera de viaje con Joaquín, que lo vigilara porque -según Cabuya-Betty, esa fisgona impertinente-  descarga más porno que un  viejo eunuco;  que no, que no volverían a entrar a mi correo. Que era solo un procedimiento de rigor y que si me había contado todo era para que entendiera que Remi había muerto por una causa justa y que él expresamente le había pedido a ella que me soltara su lengua porque yo sería capaz de entenderlo como ninguno de sus familiares o amigos. Porque, además, al tener a Joaco, yo comprendería. 
¡Huevón! ¿Entender qué, pedazo de farsante? ¡Vete a la mierda! ¿Quién coño te creíste?
Que yo, su amigo querido, estaba limpio de todo, que nadie se metería conmigo nunca porque yo sólo era un divorciado y profesor universitario al que nadie buscaría para hacer nada. Y que la policía sabía todo de Remi pero que ellos eran mejores y por eso, hasta los polis les temían. “No lo olvides, Frijolito. Te estoy haciendo un favor; y más te vale dejar todo  como la espuma de esta cerveza, sin remover ni alterar. Discreción y olvido. Eres un buen tipo y tienes que cuidar a Joaco.”




-¡¡¡Joaquín!!!     ¡¡¡¡JOAQUÍÍÍN!!!!
-Qué pasa, papá… Aquí estoy.
-Ven, ven, acuéstate aquí conmigo.
-Papá, me estás asustando…
-No, no…No te asustes, mi amor. Sólo quédate aquí conmigo un rato.
-¿Quieres agua?
-Sí, sí, eso… Mejor el agua que cualquier puta cerveza.
-Tranquilo, papá… Estabas soñando otra vez. No duermes…
-Coño ¿y esos ruidos?, Joaco, ¿esos ruidos?
-Pero bueno, papá, cálmate. Ven, acuéstate otra vez. Es Betty. Me la encontré ayer cuando llegaba de casa de la abuela y me dijo que se mudaba.
- ¿Se muda?
-Sí, unos tipos están sacando todo.
-¿Te vio, te hizo algo? Quiero decir ¿qué más te dijo?
-¡Ay, nada más papá! que eso, que se mudaba a La Montaña, la urbanización nueva que se ve desde la autopista del sur.
-¿Algo más?
-Qué no, viejo, tranquilo. Descansa, vale, tienes mala cara.
-No vayas a llamar a nadie.
-Que no, mi viejo. Tranquilo ahí.
-Joaco, mi amor, no vayas a llamar a nadie…
-¿Quieres jugar conmigo un rato a la Wii? A lo mejor…
-No, otro día, hijo.
-Vale…pero no grites más ¿Ok? Y trata de dormir ¿Ok? Mira que pasado mañana nos vamos de viaje ¿no?
-Sí, sí…pero otro día jugamos. Y nos vamos, claro que sí.
Otro día mi Joaquín. Sólo necesito tiempo porque ¿sabes? Remigio, no, Remigio no… Es decir, ¿sabes? el cuento es así: me dieron un tiro a cara descubierta, aquí, en el pecho… Eso, eso fue. Y bueno, hijo, tengo que salvarte porque casi todos mis buenos recuerdos contigo y Remigio –nunca más Remi, ni tío, ya verás-  están llenos de mierda. No. ¿A ver? El cuento es  así, hijo: Remigio fue un tipo macabro  ¿ves?  Y yo tengo que llorar lo que me quitó porque ya no puedo ni quiero llorarlo a él. Eso, eso. Tranquilo, hijo, tranquilo, ya verás, contigo cerca la historia volverá a recomponerse, así sea en trozos pequeños y limpios. Y la habitaremos juntos tratando de jugar. Te prometo que sabré perder pero que también aprenderé a ganar. 

* Cuento publicado en el número 49 "Mercenarios Chang" del Blog Los Hermanos Chang 
** Todas las ilustraciones pertenecen a Keith Negley



Comentarios

maría candel ha dicho que…
Si, amiga, el tema de la violencia nos está devorando a todos, me viene a la memoria la boa del Principito, solo que aquí no es nada literario ni poético, es un drama con el que convivimos todos los días y nos condiciona totalmente la vida.
Excelentes estos cuentos, gracias por no olvidarnos...
Cariños
Diana Medina ha dicho que…
María, encanto: ¡cuánto tiempo! Siempre un honor tu visita y tus comentarios. Gracias por estar cerca.
Un fuerte abrazo.

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