Nubes terrenales I




Llevo casi tres años fotografiando nubes. No soy fotógrafa ni meteoróloga; solo me gusta saber que desde mi teléfono celular puedo enfocar hacia el cielo sin muchos cálculos  y fijar un momento de su esplendor. Intenté estudiar a las nubes, sus múltiples nombres que dependen de sus formas… pero digamos que en la teoría dibujada el cielo es muy ordenado, pero cuando  miro hacia el cielo y veo hasta casi cuatro tipos de nubes retozando entre ellas -aunque en el fondo sé que no se tocan por sus difrencias de altura- la inmensidad vuelve a ser un mapa  sinuoso e incomprensible.
Pero mi incapacidad para aterrizar la teoría de las nubes in situ bajo el cielo, no ha sido obstáculo para seguir apuntando hacia él  con libertad, sin intentar captar algo especial, o más bien, haciendo especial ese trozo de cielo que se me queda grabado en el celular. Porque las nubes, puede que por efímeras, van diciendo que ellas son el aquí y el ahora. Exacto, si tuviera que elegir una metáfora del tiempo escogería mirando –o fotografiando-  a las nubes. Ellas son esa corporeidad huidiza y cíclica que, creo, son dos de los rasgos más obvios del tiempo.
Mi archivo de fotos no sigue un patrón de belleza, luz o enfoque. Hay de todo y a casi todas las horas, al menos hasta donde ha dado de sí la cámara del celular; alguna que otra la tomé con mi cámara digital. Por ahí hay fotos de todos los sitios a los que voy. Tampoco los registro; la fecha del archivo me permite dar el salto temporal y ubicar una foto específica. Pero he sido más bien distraída con mi archivo. Voy tomando y guardo, como un tesoro. No sé. Sin plan alguno o con el plan de seguirlas y ya. 
Escogidas al azar, aquí van tres de septiembre del 2013.

16/09/2013

 17/09/2013

20/09/2013


Suena extraño eso de airear este tipo de fotos cuando, en realidad, han surgido de ese momento de aire –creo que cálido pero con visos de lluvia, en la segunda, por ejemplo- que es propio de las nubes. Me gustan esas fotos con picos de edificios o de árboles, cableados atravesados, terrazas incompletas. Son el marco perfecto y, nunca mejor dicho, los pilares hacia la tierra pero no en una combinación exacta, sino justamente, en desorden, en desproporción. ¿Acaso el cielo no es aboslutamente desporporcionado para los que vamos debajo de él?  A ver qué sale de estos nuevos caminares.

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