Públicos y secretos
¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,
¿hormigas, abejas, cifras equivocadas
en la gran sopa podrida del azar?
Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,
héroes públicos y secretos.
¿hormigas, abejas, cifras equivocadas
en la gran sopa podrida del azar?
Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,
héroes públicos y secretos.
Roberto Bolaño, Godzilla en México.
I
Primero uno y luego el otro abandonan la habitación del hotel. Los labios de él aún arden. Debe de ser el frío,
piensa mientras duda sobre dónde estará exactamente su coche
en ese parking repleto de furgonetas. Los labios de ella también arden. Debe
de ser la sed, piensa mientras duda sobre si esperar el bus o aventurarse a
caminar un buen rato y despejarse con el viento frío en su cara.
Con los pies
helados, él ya palpa el cuerpo tibio de
su mujer que a regañadientes se arrima hacia el borde de la cama.
Ella, con ese
pijama grueso y desteñido, sigue rebuscando algo de comer en la nevera.
A ambos les resulta agotador el juego. La
próxima vez -lo han prometido- llevarán agua y comida. El desempate no puede desbaratarles de nuevo los
cuerpos. Sería como un jaque mate prematuro y
descuidado, impropio de inexpertos ansiosos; con eso -lo saben ahora
que duermen y quieren soñarse- correrían el riesgo de ser irremediablemente invisibles.
II
-Escribí cien veces ‘te quiero’ y en vez de
agradecérmelo, arrugó el papel y lo tiró al suelo diciéndome que era una
enferma, que tenía problemas. Es un estúpido, mamá.
Marina intentaba calmarla. Conocía
ese llanto agudo atrapado en la garganta; esos
papeles arrugados de hartazgo; las conversaciones telefónicas intempestivas y
colgadas abruptamente; ese amor con
portazos que olvidaban en el salón su exigencia de ser más querida, o aquella
ocasión que por enésima amenazó a su
exmarido con suicidarse, con quitarle a Lara, con demandarlo y dejarlo en el
hueso hasta humillarlo de por vida.
Marina abrazó a su hija con
fuerza; necesitó algo como un aire menos enrarecido de su pasado para
susurrarle al oído: “sí, mi amor, tenemos un problema”.
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