Siluetas





                                                     Foto de John Gutmann

Volví a enfocar su figura uniformada en la mirilla del rifle. Nada. Mi blanco se movía de nuevo; parecía inquieto aunque apenas salía del espacio esquinado. Mi papá siempre ha dicho que en estos menesteres hay que armarse de una infinita paciencia. Cuando era pequeña no entendía ni infinita, ni menesteres y mucho menos  paciencia, pero sí armarse; quizá lo comprendí  de tanto ver  su silueta  recortada sobre la puerta de su habitación mientras me mostraba cómo alinear   arma, dedo, mano, muñeca,  brazo, hombro y ojo. Una línea,  Andreína, se es uno con el arma; no lo olvides.  De eso se trataba, entonces, de  no deshacer la alineación perfecta para engañar a la presa reteniendo el ritmo del propio cuerpo.   Así que apunté de nuevo a Bruno y esta vez aguanté la respiración.  Al verlo así, distraído con los carritos y  quieto como un poste, pensé en lo que había dicho mi mamá antes de irse a la boda del tío:  ese disfraz de bombero le quedaba precioso a mi hermano.

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