Barlovento




                                                                 © Mario Spedicato

-No  iré  no llevarte.
-No preguntaré  no hables.

quisiera escuchar distraídamente
estas razones dichas como el otoño:
imperceptiblemente una hoja tras otra.

sorprende lo impecable de los planes de ahorro
y austeridad de  palabras cuando el árbol derrocha desnudez.

les daría ventaja como cuando veo una camisa perfectamente doblada,
olvidando el cómo y deseando el qué.

sin embargo, solo puedo escuchar lo mismo.
algo no cuadra.
debo afilar mejor los bordes de la ropa  mientras plancho.

falta pulir que la bajamar descubre,
como una cortina, la playa de rigor en infinito mar.
enjuago los vasos de la noche anterior  con el alba tardando.
vuelven las mismas razones
hablando con silencios a cal y canto
para que se entienda perfectamente
de qué se trata la indiferencia.

tanto esfuerzo en aclarar sin pestañear
deja una zona en litigio
donde nos olvidamos  que el gusano de la manzana siempre
nos espera en su banquete; no en el nuestro.

de estas bocas  apretadas el viento es  mustio.
antes de que la marea alta sea de nuevo una cortina
recién salida de la lavadora,
prefiero apearme de las razones.
entrar en el bar, ponerme el uniforme,
que el ruido de las tazas y los vasos compacte mi espera.
con el cambio de turno del personal llegarán también
otras palpitaciones,
aires aliviados.

escucharé distraída y al compás del último plato por guardar,
un  cansancio menos.

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