Sábado de gloria
©Anna Malagrida
Va una mañana lluviosa
cómplice de grises impacientes
la mesa vuelve a llenarse de oficios simples
suena el timbre
el cartero dirá mil veces su voz
un álbum de cromos
detenido ante la repetición
y con la miel en los bordes
dos taza de café humeando
por labios de hablas ajustadas.
los lápices de punta afilada
ante los vasos aguados.
el ritual de peinarse
a través del espejo con dos bombillas quemadas.
esos retratos con mirada atónita ante nuestra visita.
alguien inventó las flores artificiales
y olvidó regarlas.
las voces de los vecinos marchando
a ritmo opaco de escaleras breves.
un sábado que sonríe
por habitado respira así:
toma aire de sus ausencias,
cacharros y mesa para seis personas,
no de sus dudas.
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