El encargo

Nocturne*


 “Rebolledo, baja y tráeme unas empanadas; lo mismo de siempre: dos de cazón y dos de carne”.

El Oficial está que se lo llevan los diablos, Rebolledo, así que ándate derechito. Ve y busca las empanadas, y si no hay dos de cazón y dos de carne, se jode Doña María porque tendrá que hacerlas como sea. No sea pendeja esa mujer, qué se piensa, ¿qué va a subir él a la oficina del Oficial sin las empanadas? Ni de vaina.

Si la señora María se pone necia y me dice que ya son la cinco de la tarde y que las empanadas se acabaron, le diré por las buenas que Rebolledo no puede subir sin esa comida porque hasta ella saldría perdiendo.

Señora María, mire, es que el Oficial quiere las empandas y bueno, caramba últimamente no está de humor. Le grita a todo el que se le atraviesa. Bueno, sí desde que se le fue la Mariana, coño, anda como demonio.

Que no era su novia, o bueno sí. Que eso decía ella pero para él, ella era como la cuarta novia. Usted sabe, mi Oficial se las sabe todas, está en todas y  culo aquí, culo allá. Pero que el problema no es que le falten culos. Mire, tiene así de mujeres. Porque usted sabe que el no es cualquier oficialito. No ¡qué va!  Él es el hijo del Acosta; exactamente, de ese mismo. Y coño, no quiero peo, Doña María. Si no tiene las empanadas, hágamelas ya o dígame dónde hay más. Yo espero. Prefiero llegar tarde a hacerlo sin nada en las manos.

Coño, Rebolledo, no seas pajúo. No le digas nada más a la Sra. María. Repítele que te dé tus empanadas de una buena vez, pero cierra el pico, mi hermano, porque te vas a meter un peo. Hazte el huevón y deja de sudar como un perro, que la gente dirá que mucho silencio y todo pero estás gritando que te pasa algo.

Pero no seas bruto, Rebolledo. Disimula. Haz como si vas a buscar esas empanadas en el último rincón de Caracas. Fájate, di así en voz alta que, coño, que el Oficial anda arrecho pero que tú estás ahí para servirle, que eres un mandao y que haces todo porque ése es un gran tipo.

Disimula, carajo. Porque no puede saberse nunca, carajito, por el bien de tu mamá y, sobre todo, por el bien de tus dos hijos y el de Yamileth.


Chrysanthemum

El Oficial no quiso entender, Rebolledo. Ella le dijo que no. Siempre la escuchaste decir no, no y no. Le dijo que ella era su mujer, pero que no iba a estar con los demás, con sus amigos, ni por todo el dinero. Y el Oficial va y coloca unos millones en su cuenta, y luego otros, y le dice en el carro a Mariana que sería un rato nada más y sólo de vez en cuando. Que ella está recontrabuenísima, y que para él es un orgullo que los demás tipos, sobre  todo algunos chivos muy amigos, quieran pasar la noche, el rato con ella, pues. Que a veces sólo era compañía. ¿Qué le costaba? Nada. Que no fuera pendeja y lo hiciera por los dos porque ella lo ama mucho ¿verdad?

Y tú, Rebolledo, manejando y viéndolos por el espejo retrovisor, escuchando los llantos de Mariana. Y tú, pensando que Mariana había dicho que no, pero que aún así el hombre no le hacía caso. Si hasta le pidió matrimonio. La caraja lloraba. Un llantén tras otro. Nunca le pegó, eso sí, porque él no es de esos tipos. Los hay peores, la verdad.

Pero al Oficial casi le da un infarto cuando supo que se había ido. ¿Cómo coño sale una mujer sola en la madrugada y nadie sabe ni ve un carajo? La familia creyó que se había ido con él otra vez. Como últimamente llegaba tan tarde… No respondió el celular, hasta que decidieron llamarlo.

La recogí a la 1 a.m., señor.
La dejé en su apartamento a la 1:40 a.m., señor.
No. No habló con nadie, señor.
No, no estaba llorando, señor.
Sí, señor. Ella entró a su casa. Yo la vi, señor.

Pero el mal humor, porque yo conozco a mi Oficial, no fue porque la Mariana se desapareció, sino porque la mujer no se llevó ni un céntimo de la cuenta bancaria. Era una limpia y así se fue. Le dejó todo. ¿Tú ves? ¿Hay algo más que encienda a un tipo que la humillación de dejarle el dinero en el culo? Porque eso fue lo que hizo Mariana.

                                                            Rythmic-Garland

Disimula, Rebolledo. Si el tipo dice que Mariana era una puta y que por eso él la dejó, si dice y repite en cada comida y fiestón que Mariana no le hace falta porque él tiene sus otras tres mujeres que esas sí que saben lo que él es,  lo que él vale, lo que un hombre como él es capaz de ofrecer a cualquier mujer (y no te digo solo  la plata, sino en la cama, Rebolledo, no joda, en la cama, carajo), si el tipo dice eso, no le lleves la contraria. Guarda silencio y asiente con la cabeza:

Claro, señor.
Sí, señor.
Cómo no, señor.
Qué vaina, señor.
No se preocupe, Oficial.
No se preocupe.

Si la mamá del Oficial te dice Rebolledo, m’hijo, que es que esa puta de la Mariana dejó a mi hijo, y te lo dice mientras la otra novia de ese mismo hijo le está llevando la compra del mercado, cállate. Asiente con la cabeza:

Sí, señora.
Qué vaina, señora.
Sí, señora.
Qué vaina, señora.


                                                                 History

Rebolledo: ni se te ocurra querer cambiar de tema. No hables del aguacero que casi te tumba el rancho la noche anterior; no hables de que en el barrio tienes que salir sin el uniforme porque mejor que todavía no sepan que eres uno de los de verde. Rebolledo, di que trabajas para ellos pero que no tienes nada que ver. El Oficial tiene plata, tiene mamá y papá, tiene hermanos, tiene mujeres, tiene casas, tiene abuelos, tiene primos, tiene terrenos. Rebolledo, tú sólo tienes mamá, dos hermanos, dos carajitos y una mujer. Los primos delincuentes no cuentan; son unos diablos. Es mejor no invocarlos.

Entonces, Rebolledo, te llevarás a la tumba que sacaste a Mariana por Cúcuta. Que cuando te suplicó ayuda, no arrugaste, carajo. ¿Qué les pasa a los hombres?, te preguntaba hace dos semanas, después de que el Oficial la dejara sola unos días porque estaba de misión, y te pidiera que la llevaras y trajeras como su perro faldero. ¿Qué le pasa a tu jefe? y lloraba como una niña abandonada. Esa vez no te bastó verla por el retrovisor después de recogerla de casa del tipo esa noche, como te había dicho el Oficial. Paraste el carro, te pasaste al asiento de atrás y la abrazaste. Reconócelo, pendejín, supiste que el Oficial tenía de todo, pero que esta jeva no era suya. Lástima, porque cuando la abrazaste en el carro y tocaste sin querer su culo y sus brazos, y la oliste, pendejo, la oliste, le diste la razón al Oficial: estaba buenísima, la Mariana esa. Estoy sola, Rebolledo, así decía; nadie me ayuda. Entonces fue que hablaste con tus hermanos que sabían lo que hacía el oficialito con la dama en cuestión, que la dejaste a la 1 y te fuiste. Pero regresaste a las 3:30; ella bajó y la subiste en la moto de tu hermano; luego él la montó en un autobús hasta San Cristóbal, que estaría en Cúcuta en algún momento de la semana. Que allá la esperarían sus primas. Te dio un beso y un abrazo. Estaba ya medio ida cuando se la entregaste a tu hermano. Yamileth, ya voy. Espérame despierta. Termino y voy contigo, mamita. 
 
Rebolledo, busca las empanadas, y si la señora María te dice que no hay, te arrodillas, huevón. Harás lo que sea, pero tú no entras de nuevo a la oficina del tipo sin su encargo.

                                                         Warrior-Soldier

 *Todas las obras pertenecen a Cecilia Paredes. Las he tomado prestadas de su página web:

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