(Des)orden bajo sospecha: sobre “Experimento a un perfecto extraño” de José Urriola
I.
Es la primera vez que
escribo sobre la novela de un amigo. Antes de internarme en su
primera novela “Experimento a un perfecto un extraño” (2012,
Sudaquia Editores), José Urriola me había gustado mucho en su
particular novela gráfica “Chupetes en la Luna” (2012,
Thule Ediciones) donde ya se establecía un diálogo entre esta
tierra y un afuera tan desconocido como la luna pero al alcance de
la mano en nuestras casas a través de la retransmisión televisiva de un viaje espacial. Asimismo, me han ido cautivando
con el paso del tiempo el humor, la solidez estructural o los cambios
de giros que animan sus narraciones ficcionales y no ficcionales que
vierte en su blog Rostros
de viento.
En esta línea, por
ejemplo, van sus ocurrentes y acertados aforismos -sus Post-its-
que como recordatorios son una mezcla de discursos (aforismos,
notas, comentarios, diálogos, entre otros) donde la destreza con el
lenguaje se combina con la capacidad crítica de irrumpir sin
estridencias en la cotidianidad. Por todo esto, podría decir sin
mucha vergüenza que soy su amiga por lo que escribe y por su modo de
plantearse romper con las narrativas “tradicionales”. Largo hemos
conversado sobre esto y en poco nos hemos ido poniendo de acuerdo,
pero eso es precisamente lo que me lleva a continuar esta breve nota
sobre su novela.
II
Una novela va más allá
de textos breves bien diseñados o de frases ocurrentes. O quizá, lo
mejor de “Experimento...” es que sin dejar de lado esas líneas
discursivas y narrativas que Urriola ejercita con buen pulso en sus
producciones breves, la novela es ante todo un juego en dos niveles
simultáneos y complementarios. El primero es el juego intertextual y
discursivo: la novela como espacio para el juego interdiscursivo
(guión, apartados, prosa poética, etc) y, el segundo -casi que
como reverso de lo anterior- la expansión delirante de la identidad
del personaje. Este juego que es en definitiva el de las identidades
narrativas y discursivas puestas en permanente diálogo y
cuestionamiento, viene acompañado, además, de un rasgo fundamental
de la narrativa de Urriola: la apuesta por la ciencia ficción y su
relación con lo que ya desde Philip K. Dick se plantea como la ficción
paranoica.
Paranoia
Si una ficción paranoica
implica la configuración de un imaginario colectivo dominado por la
sospecha, el delirio o la angustia de saber que hay una otredad
amenazante como rasgo inequívoco de un mundo distópico,
“Experimento...” se inscribe de lleno en esta tradición de la
ciencia ficción. Con ecos literarios de fondo, Philip K. Dick o
Georges Orwell, entre otros, la novela explora la
saturación psíquica de P.L. en un futuro concreto (septiembre de
2015), convencido -aunque veamos sus dudas y olvidos- de
que él no existe como ente autónomo o más bien y quizá el rasgo
más interesante, de que es así porque hay un Ente que
controla y domina su vida, y que ésta no es más que las
consecuencias naturales de una narrativa existencial impuesta.
Por esta vía, P.L. nos
habla tanto de la desfiguración del yo, de la búsqueda del sí
mismo en el otro (los otros, los discursos de los otros) así como
de la duda sobre si existe o no esa fuerza exterior -extraterrestre,
parece- que dictamina el hacer vital.
Ante esta sospecha P.L.
decide suicidarse. Mejor aún, como está convencido de que toda su
vida -su familia, sus amigos, sus amores- no es otra cosa que una
exploración maquinada, suicidarse deviene en un acto liberador que
desarticula el guión pautado previamente para él.
Todo es una conspiración
en su contra. Esta confabulación le dispara el delirio así como su
eterno insomnio. Al mismo tiempo es un ser incapacitado para “dejar
de pensar”; toda su vida es una recreación angustiante por momentos de sus historias, de
sus cuentos, de sus fantasías. Por todo esto, cuando finalmente
parece ser cierta la teoría de la confabulación en su contra, decide
no sólo romperle el posible esquema al Ente sino que, por fin, desconectarse de tantos discursos insomnes.
La sospecha sobre la
confabulación de un otro que atenta el devenir más cotidiano es,
sin duda, el centro temático de la novela. Sea él mismo en su
constante desdoblamiento como personaje de otras historias, o sea que
el Ente exista y lo vigile, la ficción paranoica de “Experimento...”
pone en evidencia la locura, el delirio y lo fragmentario como
espacio de reflexión sobre la angustia vital ante el Poder como
centro de la distopía contemporánea.
Discursos del
yo-como-otro
En este inicio in extremis, P.L.se ha
suicidado dejando la novela que vamos a leer en su mesa para que su
amigo -el primer narrador- la encuentre, se la lleve y “sepa”
toda la verdad. Este escritor fallecido, sin embargo, no cuenta con
el hecho de que a su amigo, aturdido por su suicidio, se le caerán
los folios de la novela, desperdigándose y perdiéndose un orden
dado que jamás habría manera de reconstruir.
De nuevo, el posible orden de la vida
(novelesca) depende de un otro. La combinatoria, pero sobre todo la
mirada de un otro sobre cómo arreglar discursos de otros, nos remite
a la figura del escritor-narrador tanto como a la del sistematizador;
como si la fragmentariedad inicial de la novela desconocida diera
paso al juego de las combinatorias. La novela, entonces, se inscribe
en lo aleatorio como estética para el imaginaro del escritor casi
enloquecido por la mediación de discursos. El Otro -ente o
yo-como-otro- domina la escritura como espacio para ordenar una
memoria caótica, unos recuerdos dudosos y una mirada insomne sobre
sí mismo.
Imposible no recordar aquí a Eduardo
Liendo con sus novelas El mago de la cara de vidrio (1973)
, Los platos del diablo (1985) o Si yo fuera Pedro Infante
(1989), por nombrar sólo tres de una obra narrativa esencial y de
referencia obligada en el tema del desdoblamiento de los personajes a
través de figuraciones del sí mismo como otro y de los juegos
discursivos que caracterizan la búsqueda inútil de la identidad
propia en el ámbito de la novela venezolana. O del magnífico cuento
“El
difunto yo” (La Tienda de Muñecos, 1927) de Julio
Garmendia donde ya lo extraño, lo fantástico se armaban en
torno a la figura del doble en la cuentística venezolana.
En este sentido, “Experimento...”
despliega una serie de discursos como esas extensiones del yo. Los
capítulos remiten a su vida y sus amores con sus amantes, Melanie,
Misha y Elsa, y se expanden a través de géneros muy concretos como
la prosa y reflexión poéticas en el apartado Heroína en la
pista o su Disertación
desatinada sobre el sexo; la crónica delirante sobre la figura
de Ana y la teoría del Microsuicido (uno de los mejores como texto
del desdoblamiento en escala mínima corporal: un miembro en vías de
suicidio); su crítica al canon literario; el comentario sobre la
explicación del camuflaje -clave discursiva de todo el texto pues
nos vamos mimetizando en el proceso de citaciones y referencias
tras las cuales nos escondemos al tiempo que nos mostramos como
únicos, o eso pretendemos-; o el guión de cine para cuestionar
ridiculizando la terapia psicoanalítica al ritmo de secuencias
fílmicas.
En este sentido, del mundo de las
referencias literarias (Baudelaire, Rimbaud o Ángel González) o
fílmicas (Monty Python) tanto para canalizar el humor y la auto
parodia como para establecerlos como enlaces vitales, me gustaron
especialmente dos: el soundtrack y la obra gráfica de Enki Bilal.
Podría decirse que “Experimento...” es un libro con su propia
banda sonora. Es posible leerlo escuchando al mismo tiempo las
canciones que P.L. recuerda o escucha como parte de la escenografía
del momento. Por allí, entonces, aparecen canciones de grupos
antológicos como Cocteau
Twins (This Moratl Coil) de The
Cure (Pornography), The
Sister of Mercy o My
Bloody Valentine,
discografía como enganche extratextual.
La admiración de Urriola por Bilal -y
por la novela gráfica como género narrativo fundamental- se
despliega en su novela. Bilal como todos los demás, entra como la
refracción de un momento. El espejo y el camuflaje, la confusión
identitaria: Misha, una de sus amantes tiene un afiche del cómic
Julia
& Roem (2011) elaborado por Bilal en una apuesta de nueva
adaptación gráfica sobre “Romeo y Julieta” de Shakespeare.
La imagen de Julie dispara el
dispositivo de la mirada. No sólo es Misha, su amor, su amante, es
Julie, es sobre todo Jill
Bioskop, la otra gran representación del mundo femenino de
Bilal.
Así,
las imágenes de los amantes se expanden hasta confundirse las
miradas, los cuerpos y los sexos: “A
veces lo hice con Julieta mientras me observaba Jill Bioskop. A veces
la voyeur fue Misha mientras yo lo hacía con Jill. A veces Jill
espiaba mientras me metía dentro de Misha. Y así, a veces un beso
se lo daba a Misha mientras penetraba a Jill y mientras Julieta me
acariciaba la espalda y me daba ánimos con su mirada voyeur.”
P.L.
se difumina en el cuerpo de Misha con la misma intención con la que
consagra como mujeres de su fantasía sexual a las de Bilal. Esta
devaneo con las imágenes es otro modo de tenerse consigo en la
medida en que se dispersa -su mirada y su cuerpo- más allá de sí
mismo.
Paradojas
Todo delirio es un modo
paradójico de asomarse a la vida. Se es y no se es al mismo tiempo.
Si por un lado P.L. se queja -expresa- que hay un Ente controlador de
su vida, por el otro, la propia escritura de su novela es un Gran
Hermano sobre su propia vida. Se vigilia, se escruta, se desmantela;
es el foco obsesivo de su propia indagación. El Gran Hermano lo
vigila al tiempo que él desarrolla su propio estilo de vigilarse.
Como aquel personaje de Truman, del filme The Truman Show
(Peter Weir, 1998), P.L. rompe con su vida controlada -o con la idea
del control- una vez que rompe su propio estilo. Si en el film de
Weir, Truman destruye la escenografía vital diseñada por otros para
los que él era un experimento del reality show, para P.L.
romper el escenario implica acabar consigo mismo. Se suicida
precisamente porque ha descubierto que todo él no es más que un
objeto visual en perpetua observación, incluida la propia. Su fin
narrativo y discursivo es un acto de autonomía. Aún así, el gran
relato en el fondo, es menos experimental, puesto que P.L. se rebela,
por decirlo rápido, en contra de un narrador omnisciente, de una
presencia oculta que controle sus pasos. Se rebela contra el hecho de
que otro cuente su vida pese y, esta es una de las paradojas,
contarse sea el único modo de establecer la autonomía y la
libertad.
Por último, me hago
preguntas sobre aspectos concretos de la novela. Por ejemplo, ¿la
dispersión del personaje justificaría el inciso del canon? Me
encantó el tono crítico y contestatario, pero el apartado me
pareció una pieza suelta, sin engranaje seguro con el resto del
delirio. Creo que como cuestionamiento hubiera valido para cualquier
otra área profesional. Otra pregunta, ¿por qué habiendo
desarrollado el delirio se emplea con exceso la reiteración no ya
del personaje sino del mensaje? Es decir, tanto las reiteraciones y
excesos de adjetivaciones -"valga toda esta introducción
delirante y desaforada porque es necesario que en este momento les
hable de Elsa, una persona tan exageradamente terrenal, tan
concienzudamenre racional, que acaba siendo el ser más
extraplanetario que cualquier ser humano se pueda cruzar en esta
vida"- como cierta tendencia a la contraposición (que si ya lo
es la estructura y el personaje pues a veces me chirriaba) "nosotros
(...) ya somos suficientemente extraterrestres como para hacernos más
marcianos aún", son señales de que estamos delante de una
buena y (pero) de una primera novela.
¿Por qué las mujeres de
la vida de P.L. aparecen como histéricas insufribles e imposibles de
complacer? O, más aún ¿por qué todas las rupturas se deben
exclusivamente a ellas, a ciertos cambios de giro que dejan fuera a
P.L. como si éste y sus delirios no hubieran contribuido en algo a
esas rupturas? Las mujeres no pasan de ser unas a las que "les
suele encantar un loco o un depresivo (he allí mi dicha y mi
condena)”. Sí, P.L. se entrega a las mujeres pero sólo porque le
recrean sus propios delirios y´aún así, él queda a salvo. Ellas
se llevan la peor parte. ¿Delirio del ego? Puede. O, quizá,
errática del ego y de la mirada que afectó el estilo.
Quedan otras
interrogantes pero no, volvamos, es una primera novela y mis dudas
son sólo uno de los modos en los que la acompaño.
III
Que el mundo de ficción de esta pieza narrativa
haya comenzado allí donde todo acaba coincide con el sentido último
de mi comentario. Creo que escribir sobre esta novela de mi amigo
José, coloca la amistad en el final de un camino; todo dicho, todo
ha sucedido pero probablemente, lo mejor es que la amistad -como la
del amigo final- se encarga de ofrecer lecturas, posibles órdenes y miradas que intentan sobre todo no traicionar al original y,
sin embargo, vamos y nos arriesgamos. Si las paradojas son
fundamentalmente no opuestos sino formas complementarias de
entenderse, José sabrá seguirme si organizo mal su original; se me cayeron todos los papeles cuando comprendí que en
este mundo hiperconectado, la identidad del que escribe precisamente
en contra del control hiperexpuesto, siempre deja más bien un halo
de nervio y, cómo no, un miedo a la locura del ojo del otro.
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