Dos días antes del azar

 Brassai - Pareja de enamorados bajo una farola
©Brassaï

¿Quieres escuchar algo?

escucho al vecino, con acento andaluz,
sintiendo su puerta y el llanto de niño
 aclarando que no se cortará el cabello.
en esa casa también hay un azar.
uno que deshace las horas de la tristeza borracha
 y abre la boca buscando más abecedarios.

¿Quieres saber algo?
-te amo
-ven
-mucho océano y mediterráneo para mis pasos.
-¿en el medio de tu salón?
-no, en el medio del tuyo.
-¿y si empezamos en modo a prueba de falla
-nadaré con todas mis fechas tachadas y posibles
-nadaré con todas mis teclas expectantes
-buscaré mis manos entre las tuyas.
-buscaré mis manos entre las tuyas.

¿Dime algo que no sepa? 

reunir el azar y algunas palabras,
y no creer que la calidez es solo obra del invierno
es parte del encanto de mi madre.
Ella nació en Caracas, y no fue azar. 

¿Donde estás?

este  azar  atrapa palabras apretujadas en  la lengua trabada
en los mensaje borrados- mejor no enviados-
como cuando los adolescentes se dejan el cabello muy largo o muy corto
en señal de protesta siempre  rebeldía,
y se sientan en los bancos del parque ácido y terroso,
como el de enfrente de mi casa, 
a ver si aparece un otro azar.

¿Duermes?

azar es el orillarse de las palabras en la boca siguiente,
en otras costas del Pacífico donde los cangrejos vinieron a  mis pisadas
y te dejaron señales para que pudieras encontrarme.

todo esto lo hablamos acariciándonos las manos
con la noche  de Casteldefells encima del farol de la plaza,
con la valentía necesaria, al estilo Caracas a media noche,
y dos días antes del azar ese que arregló
las palabras en otro orden de ideas y preguntas.



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