Ni casa ni sombra ni vía

 
 
                                                       © De paseo
 
 Si ni siquiera fuera almohada
ni casa ni sombra ni vía
de retorno o de fuga, ni
miel que recoger, ni acíbar.
 
Si solo fuera-al fin...-Un breve
reintegrarse a la nada tibia...
Dulce María Loynaz, Si fuera nada más
 
Fue cuestión de recostar la cabeza en la pared, 
para  creer que ganaba tiempo si contaba hasta diez. 
Latía el eco en el crujir del barandal.

La voz se escuchaba en el cuarto piso.
Me concentré en los escalones.
Llegar a 10 y empezar de nuevo.

Esta vez, rechinaron el frío y la humedad.
Los niños aún jugaban en el parque. Calculé la hora nocturna.
Tenía unos minutos antes del silencio obligado de su partida.

Escuché mejor silenciando mis pasos, 9 y 10.
Amainaba el énfasis del primer escalón.
Decía algo de qué te quejas que no ves que yo no.

No son rumores, me dije hace un año. 
Son sus medias palabras contrahechas en mi presencia.
Crecieron como los niños o el cabello. Esa constancia desapercibida.

Volví a colocar la oreja en la pared.
La voz animada intensa ante el viaje en puertas.
Como la calvicie, otro lento andar de lo inaudito.

Ahora sí, casa calva mucho frío y frazada
solo era cuestión de subir las escaleras,
y dejar que la voz canalla desconociera mi deseo.

Casi me mato al detenerme  en vértigo en el cuarto piso 
pues ya contaba 12 y recordé su voz en mi boca.
Sin saber cómo silenciarme y protegerme a la vez, timbré dos veces.  

Si había atravesado la ciudad y los pasos de las horas me insistieron,
que luego me perdiera en el camino a la estación de metro
fue solo cuestión de cierto frío ambiguo en la calle.
 
 

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