Deshabito





Me miró como terreno baldío

vio  nervios agrestes,

zonas quemadas,

sed ingenua,

piernas cortas.

Más desbrozo que paisaje. 


Me citó a dos pasos de la estación, 

vana al principio,

con dos edificios ahuecados en sus lados,

con gente que respiraba la fetidez de la cañería rota,

pero caminaba rápido olvidando el aire inútil.   

 

Me dejó en el descampado dos pasos más allá,

sin tocarme.

No regreses.

Este no es tu sitio, dijo señalando su pecho.

 Se aseguró de que caminara difuminándome.


Al volver,  la ciudad me recibía sudando a mares

con cruces de vapor.

El ascensor ya funcionaba

y los vecinos seguían incrédulos. 

Entonces no lo supe:

todo había trucado en un paisaje interior,

precipitadamente habitable.


 

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