Desconfinando (2) El posible encuentro




La plaza de Sant Jaume vacía en Semana Santa
                                                       Foto de Andreu Dalmau

Esta mañana he recordado la primera webcam por donde vi Barcelona antes de venir a estudiar aquí. Fue desde mi cubículo del departamento de Literatura de la Universidad Simón Bolívar. Apenas empezaban las conexiones en vivo; la imagen llegaba con un retardo de unos 4 minutos y, más que pixelada, robótica en los caminares de las personas.  La única cámara que había entonces, al menos hasta donde sé, estaba en las alturas del edificio del Ayuntamiento y enfocaba justo hacia la Plaça Sant Jaume, desde esa esquina superior derecha, en la hilera de las banderas, del edificio de la foto. 
Les decía a mis panas de la universidad que me colocaría en medio de la plaza y los saludaría;  que era cuestión de cuadrar los horarios, y vestirme de tal modo que lograran reconocerme. Y nos diríamos saludaríamos  con mímica, esos gestos en el aire que aguantan solo los buenos afectos.
Eso fue en el 2001.
Esa reunión virtual no fue posible, pero no por imposible. 
No hubo modo cuadrar las horas; los ordenadores de la universidad ya comenzaban a envejecer deprisa; nada de navegaciones ociosas.  Tampoco ayudaban los precios de las cámaras para los portátiles de la familia. Empecé a estudiar. Caracas, para entonces, era mi deseado destino de vuelta, por lo tanto, ya nos veríamos, ya nos tomaríamos el café, ya compartiríamos las anécdotas y los libros. ¡Madre mía! La de  libros que cabían en el futuro; siempre salían más baratos comprarlos aquí que en Caracas.
Estuvimos juntos en los posible. Nos colocamos a veces en el  pesimismo sensato,  con todos y los secuestros express de Caracas o la posibilidad de palmarla en cualquier momento por cualquier razón. Porque en ese "ya nos veremos" míos y de muchos de mis panas y familiares no cabían excusas resbaladizas o exageradas. Era lo mejor que nos dábamos: eludirnos solo por un rato,  porque  había un océano de por medio, un trabajo intenso, o un otro tiempo, sin escoger falsear la posibilidad del encuentro.
La cámara del ayuntamiento hoy vigila y tiene señal cerrada. 
Lo más que he encontrado son estas cámaras de Barcelona desierta, en los sitios estratégicos donde  lo importante es la gente. Estas eran las fotos imposibles hasta hace un mes.
Se me olvida con frecuencia el lado vigilante de las cámaras, incluso las que aún  enfocan hacia el espacio sin personas, pero no vacío. Sigo creyendo y confiando en el lado lúdico de estas cámaras, como el de encontrarse y reconocerse  a través de las pantallas , desafiando y acortando tiempos y espacios, contra todo pronóstico de malos tiempos. 

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