Desconfinando (3) Al hilo de la letra

                               Letras de mi casa

No es porque estamos en abril y confinados, pero si sueño, no lo recuerdo; si lo recuerdo, no lo anoto, y si lo anoto, no recuerdo dónde.
Por eso, siempre me  han admirado los que sí logran esta secuencia en sus vidas. Ahí está  Kafka, por ejemplo, para contar la perfecta combinación de soñar, vivir y escribir: "Hoy he soñado con un asno parecido a un galgo que se movía con enorme discreción" (5) "No puedo dormir. No hago más que soñar, no dormir"(26)  "El sueño se desarrollaba en Viena, la Viena que imagino cuando estoy despierto" (57).

Es la primera vez que escribo un sueño. Mientras mi madre hablaba con alguien en la cocina de su casa en Caracas,  yo veía en la mesa del salón unas hojas del bloc con frases inentendibles,  pero  suficientemente vívidas para reconocer su letra contínua, delgada y alargada.
Recordé al despertar que ella solía llegar  a casa con algunos blocs de notas para practicar taquigrafía,  repasaba los mensajes sobre cómo redactar cartas administrativas o borroneaba sobre cómo cerrar un breve discurso que diría su jefe al día siguiente. Durante más de 26 años, mi mamá trabajó como secretaria del ministerio de Fomento, y siempre había algún bloc angosto y de líneas anchas con su letra entre los cajones de las habitaciones. 
Me llegó su letra en sueño y la busqué en mi casa. De todas mis mudanzas, hay una que sigue  pendiente: traer mis libros que ella conserva en su casa. Algunas personas logran mudarse con todas sus pertenencias; en mi caso no fue así, pero siempre hablamos de que ella vendría y yo iría, y  poco a poco, engañaríamos el peso de las maletas con libros escondidos en la ropa, tratando de eludir los kilos extras que suponen algunas de las cosas que queremos y necesitamos en el equipaje.
Por eso, fue todo un regalo encontar en mi viejo cuaderno de recetas una oración con la letra de mi mamá: "tienes mi permiso para que sigas tu camino". Nunca antes había visto esta oración. Creo que es lo único que tengo escrito de su puño y letra, anotado a la mitad de una de las hojas finales del cuaderno, con una letra más distendida de lo normal. No tenía destinatario ni fue escrita para guardarse. La anotó como cuando lo hacemos de prisa, buscando una hoja cualquiera, saltando las líneas. Quizá la vio en algún sitio o la escuchó en la radio; parece que la anotó para no olvidarla, como hacía con la taquigrafía.  ¿Quién sabe?
Parece que ese permiso labró su camino desde el sueño. 
Greg Sand Photography – Depicting real stories in an alternative ...
                              Foto de Grag Sand

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