¿Perder caminos? (Desconfinando 7).

La última vez que caminé por Caracas en el sentido de perderme en modo lírico, mi ciudad me habló con su sol y su brisas frescas, con su voz de esmog y de gasolina en el aire y de calles intransitables por los buhoneros. Podía perderme entre sus aceras llenas de árboles frondosos y con los ojos en esas mismas aceras rotas por las raíces enormes y salientes.
La última vez que me perdí en una calle sentí pánico. Cosas aprendidas de mujer en la calle. Con todo, amo (el) caminar.

Perderse en pasear es un gesto complejo y exigente: nada es más deseable que caminar allí donde a una la lleve el viento y escuchar conversaciones, mirar a la gente, reconocernos en esos pasos como paseantes, oler el entorno, desprenderse de la idea de la búsqueda y dejarse ir con la mayor conciencia del camino y de una misma.
 La idea conjunta del caminar y perderse no creo que deba colocarse para  cuestionar otros estilos de vida; a contrapelo la mirada se rebela y puede ser altanera. Me da apuro leer la generalización de    Rebecca Solnit en la entrevista sobre su libro porque me gustan mucho sus  anteriores trabajos como, por ejemplo,  "Los hombres me explican cosas": "¿Qué será de esta generación de niños que está creciendo bajo arresto domiciliario?, se pregunta. ¿Por qué este empeño de refugiarse en calles y urbanizaciones de líneas armoniosas? ¿Por qué viajar a lugares exóticos, para despacharlo con un puñado de fotos frívolas?"
Wanderlust A History of Walking Rebeca Solnit
¿Qué decir?
Quiero perderme en líneas armoniosas; quiero fotos, muchas, en lugares exóticos, que no serán exóticos porque eso ya me distanciaría estando allí; serán frívolas, claro, ¿y? ¿acaso no son frívolas todas nuestras fotos? ¿qué no es frívolo: un atardecer impresionanate? ¿es poco lírico cuando usted posa delante de...?
Mi familia en Venezuela quisiera pasear sin estar pendiente de que la roben; mis amigos con problemas de circulación caminan admirando sus pasos alrededor de la manzana. Camino con tres ojos hacia  mi hija. Porque para mí perderse caminando o viajando requiere de  todos nuestros sentidos a punto de caramelo. Luego, cada uno coloca su dosis de lirismo, de ser vital este gesto, o convierte esa experiencia en lo suficientemente sublime como para comprender la suerte de vivir y caminar, de pasear y vivirlo; quizá solamente querrá dar carpetazo a la salida.
¿Quién no quiere caminar al estilo de Robert Walser? ¿o quién no quisiera entender el camino y sus pasos al estilo de Le Breton? Caminar dateados, con mapas, con guías, con recomendaciones de los amigos ¿a quién le agria un dulce? Desear que ese camino nos transforme aunque sea porque tenemos más años encima al volver de donde hayamos ido. Caminar y perderse en esas geografías de ensueño que nos llegaron gracias a las fotos de amig@s o conocid@s que han estado antes por esos montes y chumberas.
No hay geografía que no nos imponga antes sus condiciones, sus exigencias o sus regalos. Podemos comportarnos como turistas masivos estando en la librería del barrio donde vivimos, o como sempiternos enamorados de la naturaleza en las playas de la Barceloneta. En la medida en que podemos, decidimos qué y cómo caminamos. Incluso, llegamos a desear caminar y viajar sin perdernos, porque la última vez nos llevamos un tortazo o porque necesitamos caminos conocidos y, como los niños, queremos sorprendernos en el mismo trozo de la historia; eso que nos da seguridad y alegría a la vez. 
Por otra parte, perderse de verdad verdad, desconocer dónde estamos y, sobre todo, saber que no sabemos dónde estamos, no sé, pero mi única experiencia ante alguien muy querido que no supo donde estaba mientras colocábamos las cajas de la mudanza en su sitio fue, básicamente, aterradora. 
Otro modo de decir que, puestos a elegir, sería mejor hacerlo perdernos con la memoria y la cámara cargadas. Luego, con suerte, llegará el lirismo con la misma intensidad que los amigos del camino.

Las guías de viajes son una pista. Incluso si siguiera a pie juntillas el trabajo de Solnit, estoy segura de que sería feliz, de que encontraría otros sentidos del camino;  quizá, por ello,  creo que cada uno tiene el modelo de su propia manera para perderse viajando, caminando, paseando, soñando. Es parecido a un diario personal, y tan instranferible como social y pública; tanto que nos damos consejos sobre cómo pisar el camino. 


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